El viaje de Charles Darwin (1809-1882) supuso una experiencia vital para sus estudios y un paso muy importante para la ciencia, pues significó el germen de la teoría que posteriormente concibió respecto al origen de las especies y sobre la que se cimenta la ciencia moderna. La expedición partió del puerto de Plymouth el 27 de diciembre de 1831, un proyecto que tenía como principal misión medir las corrientes oceánicas, cartografiar la costa y hacer un estudio exhaustivo de las costumbres, estructura social y economía de las culturas locales. Mientras, Darwin, que iba a bordo por recomendación del botánico John S. Henslow, podía desembarcar en tierra firme y dedicarse a sus investigaciones sobre geología y biología. Recogía muestras de todas aquellos especímenes que le resultaban interesantes y, junto a la correspondencia familiar, las enviaba a Inglaterra para que Henslow tuviera constancia de sus avances.
Durante la travesía, el capitán del Beagle, Robert Fitzroy, cristiano, tradicional, educado y excelente marino, cuestionaba con frecuencia las afirmaciones de Darwin sobre el origen de la vida, e incluso en ocasiones estas conversaciones acababan en agrias discusiones. No obstante, estos puntos de vista tan distantes no supusieron un impedimento para que ambos trabaran una fuerte amistad, ya que Fitzroy no ponía dificultades a Darwin en sus quehaceres, siempre y cuando no se convirtieran en una demora para la misión principal del Beagle.
Los pinzones de Darwin |
A partir de estos descubrimientos, Darwin comenzó a pensar en las características comunes que tenían los animales, en cómo se forman los distintos grupos taxonómicos y como es su distribución geográfica y sus pequeñas variaciones anatómicas. De este modo, cuestionaba cada vez más la idea del creacionismo cristiano de que cada especie es una especie fija creada por un ser divino. Para explicar cómo se producían estos cambios , Darwin concluyó que aquellos individuos que mejor se adaptaron al medio eran aquellos que tenían las cualidades más apropiadas para ello y, con toda seguridad, esas cualidades serían heredadas por sus crías. Si este hecho se repite con continuidad en el tiempo, se producirían cambios notorios en la población de esa especie y culminaría con la aparición de otra, es lo que se llamó proceso de selección natural.
Finalmente, a su vuelta a Inglaterra en octubre de 1836, Darwin pudo estudiar con detenimiento los escritos y las muestras recogidas que, como dijimos, serían el punto de partida de su teoría de la evolución. Ésta la expresó en la famosa obra El Origen de las Especies, publicada en 1859, que revolucionó el campo de las ciencias, ayudándonos a comprender un poco más nuestro pasado y hacer caer por su propio peso los débiles cimientos creacionistas del cristianismo, cuyos defensores rechazaban toda prueba empírica en favor de la interpretación literal del Génesis.
Fuentes:
http://darwin-online.org.uk/
- Eldredge, Niels. Darwin. Ed. Katz, 2009.
- Darwin, Charles. El Origen de las Especies. Ed. Espasa, 2010.