"La incomprensión del presente nace, fatalmente, de la ignorancia del pasado". Marc Bloch

"La historia es el progreso de la conciencia de la libertad". Hegel

viernes, 18 de febrero de 2011

El descanso del guerrero. Carlos V en Yuste

En el año 1557, Carlos I de España y V de Alemania afrontaba el ocaso de sus días. Incapacitado para afrontar los asuntos de estado de la misma forma que en su juventud, cede más autoridad a su hijo Felipe, un joven de gran ambición y deseoso de hacerse un nombre en el panorama internacional.
El lugar elegido para su retiro sería el Monasterio de Yuste, en la comarca extremeña de La Vera, al que llegó un 3 de febrero de ese mismo año. Allí el emperador podía disfrutar del agradable frescor del verano. Sin embargo, sus médicos se oponían al lugar elegido, pues los inviernos eran fríos y lluviosos. Su Mayordomo Real, Luis Méndez de Quijada opinaba de la siguiente manera:

"Es áspera la vida y sola y triste...hiela y nieva y hace tan buen frío como el mejor de Burgos".

El séquito que acompañó a Carlos fue menor de lo habitual, y el presupuesto para el mismo no sobrepasó los 20.000 ducados, dado el mal estado del tesoro real. Se compuso, con Quijada al frente, del médico Juan Mathys, de secretarios, músicos, barberos, un cervecero y un cocinero.
Sus primeros días resultaron agradables, y el emperador pudo disfrutar incluso de algún día de caza. No obstante, la gota que padecía desde hacía más de treinta años reapareció con gran virulencia. Mathys era incapaz de hacer comprender al emperador de los beneficios de una dieta moderada y los banquetes repletos de cerveza fría, marisco, trufas y mazapanes parecían no tener fin. Además, habría que sumar la ausencia del reposo físico y mental  necesario para un hombre de edad avanzada y salud más que precaria. El remanso de paz y retiro que se le presuponía a Yuste no fue tal. Recibía las frecuentes visitas de sus hermanas María de Hungría y Leonor de Francia, de los condes de Oropesa, quienes le ayudaron a establecerse en el Monasterio, también mantuvo una amplia correspondencia con su hijo Felipe y el Presidente del Consejo de Castilla le ponía al día en materia de estado: los Países Bajos, los otomanos, la herejía luterana, etc.

Carlos V en Yuste, de Miguel Jadraque.
En el verano del 58 comenzó a sufrir otra de sus fuertes crisis, pero esta vez sería la definitiva. El día 30, tras el almuerzo, comenzó a sentir fuertes dolores de espalda, de cabeza y fiebre alta. Este estado de deterioro se alargó hasta septiembre, periodo que se aprovechó para dar los últimos retoques al testamento del emperador. Una de las disposiciones que dejó fue ceder la elección del emplazamiento de su sepultura a su hijo Felipe. Otro último deseo de Carlos fue ubicar encima del altar mayor el cuadro de La Gloria, de Tiziano, quien lo hizo expresamente para el emperador. En él aparecían el soberano y su esposa rodeados de un séquito celestial, formado por ángeles y santos. El 19 de septiembre recibió la extremaunción y, dos días más tarde, falleció. 
Siempre se mantuvo la creencia de que el emperador Carlos V falleció por un empeoramiento de los males que arrastraba desde bien lejos, como la gota. Sin embargo, estudios relativamente recientes han desvelado que falleció de malaria.

Fuentes:

Rodríguez Salgado, M. J. Un Imperio en transición. Carlos V, Felipe II y su mundo. Ed. Crítica 1992.
Kohler, Alfred. Carlos V. 1500-1558. Una biografía. Ed. Marcial Pons. 2000.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Renart, una leyenda medieval

Para encontrar las raíces del mito de Renart habría que remontarse alrededor del siglo VI a.c., con las fábulas escritas en Grecia por Esopo. Se trataba de breves narraciones protagonizadas por dos animales entre los que se planteaba un conflicto, y del desenlace del mismo se extraía una enseñanza moral. En las que figuraba el zorro, éste representaba la astucia y mostraba un infinito repertorio de artimañanas para engañar al cuervo o a la cigüeña.
También se hallan referencias al zorro en uno de los libros que componen la Biblia, el Cantar de los Cantares, fechado por Giuseppe Ricciotti en el siglo IV a.c., en el que se vislumbra una de sus cualidades intrínsecas: el hurto. 

"Cogednos zorros, zorros pequeños, que devastan los viñedos, y nuestra viña está en flor". Cantar de los Cantares (2:15).

Sin embargo, no es hasta bien entrada la Edad Media cuando aparece el Roman de Renart, con el que el zorro adquiere una dimensión más compleja y ambigua, fruto de la popularidad del mundo animal en la Edad Media, en el que se vertían los valores de la vida moral de los hombres y difundido por fabulistas como María de Francia, Walter de Inglaterra o Robert Henryson.
El Roman de Renart está escrito por diversos autores desde 1170 a 1250. En él nos encontramos una sociedad imaginaria con animales antropomórficos que representa la sociedad del momento, es decir, monárquica y feudal, y cada uno encarna un valor, sea defecto o virtud. El principal será, como no, el zorro Renart, que desempeña el papel del pícaro, el mentiroso. Su némesis la hallaremos en Ysengrin, el lobo, quien encarna el odio y la crueldad. Será humillado más de una vez por Renart, llegando al punto de seducir a su mujer, la loba Hersant, y mancillar su honor. También nos encontraremos al rey, personificado en el León llamado Noble. El rey león intentará ajusticiar a Renart, asediará su fortaleza y sin embargo, el zorro siempre logrará escapar, no sin antes llevar a cabo toda clase de ardides (usurpar su trono, seducir a la leona...). Es entonces cuando podemos percibir la ambigüedad del héroe Renart. Por un lado, sus actos tienen como fin encontrar desesperadamente alimento, pues el zorro es pobre, representa el escalón más bajo de la sociedad. Pero, ¿A qué precio?. Es la encarnación del héroe capaz de cometer mil maldades para que tenga éxito un fin loable. Es un héroe demonizado, mentiroso, el Vulpes vulpes de color rojo, representativo de la maldad. 
No obstante, el Roman de Renart contenía una fuerte carga crítica a la sociedad de su época, reprochando la incapacidad de los gobernantes a la hora de alimentar a su pueblo y también la burla hacia los tabúes impuestos por el clero.

Su lado negativo no dejó de reforzarse a lo largo de los siglos XIII y XIV, gracias a Renart le Bastourné, de Rutebeuf, una versión italiana conocida como Rainardo e Lesengrino o, ya en el siglo XV, Raynard de the fox, de William Claxton.  Sin embargo, su mala reputación dio un giro en los siglos XVII y XVIII de la mano del famoso fabulista La Fontaine y el naturalista Buffon. Para el primero el zorro sigue siendo golfo y perspicaz, pero le concede un barniz de humanidad, ubicándolo en una sociedad egoísta en la que busca su parcela de libertad. Para Buffon, a pesar de sus intentos de ser objetivo, le es imposible no mostrar sus simpatías:

"...Lo que el lobo no hace sino con la fuerza, él lo hace con la destreza...Hasta el punto de que, circunspecto, ingenioso y prudente...puede variar su conducta y tiene medios de reserva que sabe emplear para sus propósitos...No es en absoluto un animal vagabundo, sino un animal con domicilio".

Esta percepción del zorro, consolidada por el imaginario medieval y renovada en la edad moderna, es la que ha trascendido al siglo XX, pero no deja nunca de mutar. Ahora ya no nos encontramos un zorro para adultos, promiscuo y ladrón, sino un zorro para niños, inserto en cuentos, novelas y películas con un espíritu lúdico y pedagógico, como la película Robin Hood, de Walt Disney, en la que encontramos a Robin (el zorro), el rey Juan (el león) y el Sheriff de Nottingham (el lobo). 

Fuentes:
Le Goff, Jacques. Héroes, maravillas y leyendas de la Edad Media. Ed. Paidós 2010. 
Ruiz Capellán, Roberto. Cuentos de Renart el zorro. Univ. de Valladolid, 2009.

jueves, 3 de febrero de 2011

La sociedad afgana bajo el régimen de los talibán



A finales de 1996, cuando los talibán tomaron Kabul, crearon el Departamento de Observancia Religiosa. Éste, tenía como fin controlar y cubrir todos los aspectos del comportamiento social de la población. Para ello, emitían edictos de obligado cumplimiento para toda la población afgana y así formalizaban ciertas restricciones. 
Respecto al rol de la mujer, no se les permitiría trabajar en ningún sector, excepto en el médico, y con limitaciones, pues no podían trabajar en organizaciones humanitarias extranjeras. Sin embargo, la difícil situación de las mujeres y de la sociedad afgana en general, comenzó mucho antes de que llegaran los talibán, pues tantos años de guerra habían destruido a la sociedad civil. La tasa de mortalidad infantil era del 18% y la esperanza de vida de 43 años. 

Además, el analfabetismo afectaba al 90% de las chicas afganas y al 60% de los chicos. Los talibán cerraron escuelas y la Universidad de Kabul, por lo que el sistema educativo afgano se colapsó por completo. Los dirigentes talibán procedían de las provincias meridionales más pobres, conservadoras y menos cultas de Afganistán. En el pueblo del mulá Omar (Singesar, cerca de Kandahar), las mujeres siempre habían llevado velo, y no iban a la escuela porque esta no existía.
En Afganistán, un país con etnias tan diversas, no existía un criterio universal respecto al papel de la mujer, y antes de los talibán no era obligatorio el burkha para las mujeres ni la barba para los hombres.
Con anterioridad a 1996, el 40% de las mujeres de Kabul trabajaban, podían ir al cine, practicar deportes, bailar y cantar en las bodas… Esto se acabó con la llegada de los talibán. La actitud intolerante que mostraban, se debía a que aquellos reclutados por los talibán se habían educado en una sociedad totalmente masculina y  la mujer se hallaba dominada y excluida. Los pashtunes, la etnia mayoritaria de los talibán, seguían el pashtunwali, un código social que daba al consejo de cada tribu el derecho a juzgar basándose en un cuerpo de leyes y castigos tradicionales. Lo cierto es que, los castigos impuestos por los talibán se basaron con mayor frecuencia en el pashtunwali que en la Sharia, y esto hacía pensar a los afganos no pashtunes que los talibán pretendían imponer su propia ley. Este punto es verdaderamente importante, ya que se tiende a pensar que este tipo de castigos se deben a una interpretación radical de las leyes musulmanas, cuando en realidad es la ejecución del código ético pashtun.
Según el pashtunwali las lapidaciones y los enterramientos en vida son los castigos más comunes por el delito de adulterio, visto como una amenaza para la paz de toda la comunidad. El adulterio, así como las relaciones homosexuales, podrían acarrear la pérdida del honor, la amenaza de la venganza y en último término la muerte por lapidación si era descubierto.
La política oficial talibán identificaba a las mujeres con un mal de ojo omnipresente en las comunidades ocupadas por las bases de los talibán. Las mujeres tenían que cubrirse y estar recluidas y, cuando fuera necesario, podían ser golpeadas para impedir que arrojaran más pecados sobre la sociedad. El castigo talibán de veintinueve latigazos para las mujeres que mostraran su rostro en público fue instituido por la Oficina para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, la policía religiosa establecida en Kabul para hacer cumplir tales restricciones.

 
Varón de etnia hazara
La situación de los hombres, sobre todo aquellos que no eran pashtunes, tampoco era mucho mejor. Se obligó a todos los varones a dejarse crecer la barba, aun cuando hay grupos étnicos como los hazaras que, entre sus rasgos físicos, no se halla el de un gran desarrollo del vello facial. Así mismo, otras medidas que impusieron fue la prohibición de múltiples entretenimientos: películas, televisión, vídeos… incluso la música y el baile eran considerados como un obstáculo para el estudio del Islam.
Por último, aunque las mejoras en la vida de las mujeres haya sido uno de los más publicitados logros del gobierno postalibán, la realidad está muy lejos de confirmar tal reforma. A pesar de que legalmente las mujeres pueden ir a la escuela y trabajar, la visión tradicional sigue dominado e imponiendo el modelo social y, aunque lo deseen, muchas de ellas y sus familias temen salir a la esfera pública sin el burkha, incluso en Kabul.

Fuentes:
Rashid, Ahmed. Los Talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo "Gran Juego" de Asia central. Ed. Península, 2002.
Griffin, M. El movimiento talibán en Afganistán. Cosecha de tempestades. Ed. Catarata, Madrid, 2001.

martes, 1 de febrero de 2011

Imperialismo en el XIX y avances tecnológicos

El Imperio Británico a finales del XIX
Durante todo el siglo XIX, las grandes potencias europeas llevaron a cabo una política exterior consistente en la dominación del continente africano y gran parte de Asia, sobretodo el Indostán, y la explotación de sus recursos. Entre estas potencias, tuvo un papel protagonista Gran Bretaña, alcanzando sus tentáculos a todos los continentes: en América colonizó, entre otras,  Guyana, Jamaica o Canadá, en África Nigeria, Sudáfrica o Egipto, en Asia poseyó India, Yemen o Birmania y por último, alcanzó Oceanía controlando Nueva Zelanda y Australia. Francia, Rusia, Bélgica y Holanda también jugaron un papel importante y, en menor medida, España, con un imperio en decadencia, Japón y Suecia.

Este imperialismo decimonónico, no tendría su razón de ser si no fuera por los avances tecnológicos que se produjeron durante esos cien años, que permitieron a los gobiernos de las potencias europeas controlar territorios y poblaciones por todo el mundo con el fin satisfacer sus pretensiones económicas. Dichos avances estarían representados en los barcos de vapor y el uso profiláctico de la quinina, que resultaron vitales para el imperialismo en un periodo inicial de penetración en territorios prácticamente vírgenes para el hombre europeo, permitiéndole salvar accidentes geográficos y protegerle de enfermedades mortales respectivamente. En una segunda fase de conquista, aparecen las armas de fuego mejoradas,  como los rifles y las ametralladoras, que evidenciaron su superioridad tecnológica  frente a aquellos que rechazaban la intrusión europea en sus territorios y, por último, en una tercera fase de consolidación del poder europeo, incluiríamos el Canal de Suez, los cables telegráficos submarinos, las líneas comerciales de barcos de vapor y el ferrocarril, que permitieron un acortamiento de los plazos en las relaciones comerciales y mayor rapidez en la transmisión de información, resultando indispensables para controlar y explotar lugares ubicados a miles de kilómetros de la metrópolis.

El barco de vapor

Ilustración del Clermont, 1807.
El primer barco de vapor fue construido por Robert Fulton en Estados Unidos  el año 1807, siendo bautizado como Clermont, para navegar el río Hudson entre New York y Albany. Los estadounidenses poseían vastas extensiones de tierras sin caminos con los que comunicarse, pero con ríos largos y caudalosos que aprovechar, por lo que el barco de vapor fue recibido con gran interés. Mientras tanto, en Europa no se acogieron con el mismo entusiasmo: las vías de comunicación eran abundantes y la cantidad de carbón que consumían los primeros barcos de vapor los hacía poco rentables. Tras asentarse la navegación de los vapores por vía fluvial, las grandes empresas relacionadas con las comunicaciones se interesaron con la navegación transoceánica. Los dos primeros vapores que cruzaron el océano Atlántico fueron el Sirius y el Great Western en 1838 y, tan sólo dos años después se inició un servicio regular de barcos de vapor a través del Atlántico que ofrecía al público una alternativa a los barcos de vela. Por otra parte, la navegación hacia la India fue un asunto de gran trascendencia para el gobierno británico y la Compañía Británica de las Indias Orientales. La ruta más frecuentada por los barcos mercantes británicos hacia la India se dirigía hacia el sur hasta doblar el cabo de Buena Esperanza en África y  de ahí hasta la India. A pesar de ser la ruta más segura, también era la más larga, pero la llegada del barco de vapor hizo que se plantearan otras rutas alternativas, mucho más reducidas. Los precursores que abrieron una nueva ruta a través del mar Rojo y el mar Arábigo fuero los vapores Enterprize en 1822 y Hugh Lindsay en 1823. Mientras que el primero fracasó, al tardar casi el mismo tiempo que un barco de vela, el segundo consiguió llegar desde Bombay a Londres en cincuenta y nueve días, casi la mitad de tiempo. De esta manera, la Compañía introdujo en la ruta del mar Rojo un servicio a vapor para pasajeros y correo, a la que se unió el capital privado en 1842, con la empresa Peninsular Steam Navigation Company. 

La quinina.

Cultivos de quina en Java (Indonesia), 1900.
La penetración de los europeos en África siempre tuvo como principal obstáculo a la malaria. En 1832, el británico Macgregor Laird penetró  a través del río Níger con 48 expedicionarios, de los que sólo sobrevivieron nueve. La fiebre amarilla, el tifus, la disentería y, sobretodo, la malaria, hacían que las tasas de mortalidad se mantuvieran muy elevadas, por lo que cualquier gobierno europeo se mostraba reacio a llevar cualquier tipo de empresa en el continente.
Los tratamientos más frecuentes para curar la malaria se basaban en sangrías, ventosas y administrar por vía oral mercurio o calomel por sus efectos purgantes, que resultaban ser, en su mayoría, un fracaso,  pero la situación cambio cuando dos químicos franceses consiguieron extraer de la quina el alcaloide de la quinina, que se mostró como un excelente método preventivo contra la enfermedad. La fabricación de la vacuna contra la malaria facilitó que se diera el colonialismo europeo en África, sin la cual hubiera resultado mucho más costoso en cuanto a recursos económicos y humanos.


Armas.
           
Daniel B. Wesson, co-inventor del S&W
Las potencias europeas fueron capaces de conquistar grandes extensiones de Asia y África con pérdidas relativamente bajas. La causa de ello fue la enorme superioridad armamentística sobre los pueblos conquistados, gracias a los innovadores modelos de armas de fuego creados.
A principios del siglo XIX, el arma más frecuente entre las tropas de cualquier ejército europeo era el mosquete de avancarga. Su recarga requería al menos de un minuto, por lo que las tropas se entrenaban para disparar y retroceder para recargar, y así intercambiarse con la fila de atrás. Además, en climas húmedos y con fuertes lluvias, quedaban inutilizadas, al mojarse la llave de pedernal que hacía detonar la pólvora. En 1807, el escocés Alexander Forsyth inventó la llave de percusión, fabricando un fusil que permitía disparar bajo todo tipo de condiciones climáticas. Más tarde, en Estados Unidos, Joshua Shaw introducía la pólvora en cápsulas de metal, lo que agilizaba la recarga y la protegía, más si cabe, del agua y la humedad. Sin embargo, la gran innovación vino en la manera de cargar los rifles, la retrocarga, es decir, se cargaban por la parte inferior del arma y no por la boca. El primer fusil de retrocarga fue el Dreyse, utilizado por el ejército prusiano a partir de 1841.
Poco tiempo después, mejoraron los rifles de retrocarga con un nuevo ingenio: una cámara para cargar las armas con más de una bala. Los primeros rifles de repetición fueron el Smith & Wesson de 1866 y el Winchester de 1867. Por otra parte, es justo resaltar la invención de la ametralladora, utilizada por primera vez en la Guerra de Secesión Americana (1861-1865), conocida como Gatling. En 1873 y 1874, el ejército británico derrotó a los Ashanti, uno de los reinos africanos más poderosos, con una fuerza de 6.500 hombres armados con rifles de retrocarga, fusiles gatlings y piezas de artillería de gran potencia.


 El canal de Suez.

Inauguración del Canal de Suez
La construcción del Canal de Suez fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XIX, pues consiguió conectar el mar Mediterráneo con el Rojo, salvando el istmo de Suez, y evitando la antigua ruta que circunnavegaba todo el continente africano. En 1854, el pachá de Egipto, Mohamed Said, otorgó al cónsul francés Ferdinand de Lesseps el permiso para construir el canal. Lord Palmerston, Primer Ministro británico, veía con malos ojos que Francia construyese y controlase un canal de la misma importancia estratégica que el estrecho de Bósforo, por lo que su primera postura fue de oposición a su construcción. No obstante, en Gran Bretaña la industria naviera, la Compañía de las Indias Orientales y el sector comercial privado británico y anglo-indio si se mostraba a favor. Finalmente, sus obras concluyeron en 1869, y constituyó la puerta principal de las relaciones entre Asia y Europa, sirviendo más a Gran Bretaña, por sus intereses económicos en la India, que a otras potencias europeas.


El cable submarino.

Cable submarino listo para su descarga
Junto con la necesidad de acortar los plazos en el comercio entre Asia y Europa, existía el deseo de información inmediata. Para ello, se plantearon establecer una línea telegráfica que uniera a Gran Bretaña con la India. Un punto esencial en este ambicioso proyecto era establecer un cable que atravesara las profundidades del mar. Para que la conexión fuera fiable, era necesario proteger el cable telegráfico, y en 1843 se descubrió un buen material aislante conocido como gutapercha. En 1850, se consiguió unir Francia y Gran Bretaña a través del canal de la Mancha y dos años más tarde, Gran Bretaña e Irlanda. Sin embargo, no fue hasta 1864 cuando las técnicas de transmisión de señales eléctricas y la fabricación de cables mejoraron de manera notable, pudiéndose tender, por fin, un telégrafo que uniera a Gran Bretaña con Estados Unidos y, un año más tarde , con la India. El cable submarino resultó ser un gran éxito para las comunicaciones, y por ello se asistió a una extraordinaria proliferación del mismo a lo largo de la década de los setenta: de la India a Saigón y Hong Kong, de Londres a Auckland, desde Marsella a Argel… En 1902, todas las regiones del Imperio británico estaban comunicadas entre sí, y un gran número de islas esparcidas y deshabitadas de los océanos Pacífico y Atlántico, como las islas Norfolk, Sta. Elena y Cocos, adquirieron una enorme importancia, pues se convirtieron en estaciones de enlace entre la metrópolis y sus colonias.


 Finamente, el Imperialismo británico se vio muy beneficiado por los avances tecnológicos dados en el siglo XIX. Las armas de fuego de retrocarga resultaron cruciales para derrotar ejércitos muy superiores en número que el británico y conocedores del terreno donde se desarrollaba la contienda. El cable submarino y el canal de Suez hicieron más competitivos a los barcos de vapor sobre los de vela. Si a todo ello le añadimos la quinina, comprobaremos que los costes materiales y humanos invertidos en la colonización de África y Asia resultaron muy bajos. Esta disminución de riesgos, impulsó a los estados europeos a convertirse en grandes imperios y beneficiarse de los recursos de otras naciones que no disponían de los avances tecnológicos para protegerse de la intrusión foránea ni para explotar dichos recursos.

Fuentes:

Colorado Castellary, Arturo. Imperialismo y Colonialismo. Ed Anaya, 1991.
Headrick, Daniel. Los instrumentos del Imperio. Tecnología e Imperialismo europeo. Ed. Alianza. 1989.

Quizás le interese:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...