A finales de 1996, cuando los talibán tomaron Kabul, crearon el Departamento de Observancia Religiosa. Éste, tenía como fin controlar y cubrir todos los aspectos del comportamiento social de la población. Para ello, emitían edictos de obligado cumplimiento para toda la población afgana y así formalizaban ciertas restricciones.
Respecto al rol de la mujer, no se les permitiría trabajar en ningún sector, excepto en el médico, y con limitaciones, pues no podían trabajar en organizaciones humanitarias extranjeras. Sin embargo, la difícil situación de las mujeres y de la sociedad afgana en general, comenzó mucho antes de que llegaran los talibán, pues tantos años de guerra habían destruido a la sociedad civil. La tasa de mortalidad infantil era del 18% y la esperanza de vida de 43 años.
Además, el analfabetismo afectaba al 90% de las chicas afganas y al 60% de los chicos. Los talibán cerraron escuelas y la Universidad de Kabul, por lo que el sistema educativo afgano se colapsó por completo. Los dirigentes talibán procedían de las provincias meridionales más pobres, conservadoras y menos cultas de Afganistán. En el pueblo del mulá Omar (Singesar, cerca de Kandahar), las mujeres siempre habían llevado velo, y no iban a la escuela porque esta no existía.
En Afganistán, un país con etnias tan diversas, no existía un criterio universal respecto al papel de la mujer, y antes de los talibán no era obligatorio el burkha para las mujeres ni la barba para los hombres.
Con anterioridad a 1996, el 40% de las mujeres de Kabul trabajaban, podían ir al cine, practicar deportes, bailar y cantar en las bodas… Esto se acabó con la llegada de los talibán. La actitud intolerante que mostraban, se debía a que aquellos reclutados por los talibán se habían educado en una sociedad totalmente masculina y la mujer se hallaba dominada y excluida. Los pashtunes, la etnia mayoritaria de los talibán, seguían el pashtunwali, un código social que daba al consejo de cada tribu el derecho a juzgar basándose en un cuerpo de leyes y castigos tradicionales. Lo cierto es que, los castigos impuestos por los talibán se basaron con mayor frecuencia en el pashtunwali que en la Sharia, y esto hacía pensar a los afganos no pashtunes que los talibán pretendían imponer su propia ley. Este punto es verdaderamente importante, ya que se tiende a pensar que este tipo de castigos se deben a una interpretación radical de las leyes musulmanas, cuando en realidad es la ejecución del código ético pashtun.
Según el pashtunwali las lapidaciones y los enterramientos en vida son los castigos más comunes por el delito de adulterio, visto como una amenaza para la paz de toda la comunidad. El adulterio, así como las relaciones homosexuales, podrían acarrear la pérdida del honor, la amenaza de la venganza y en último término la muerte por lapidación si era descubierto.
La política oficial talibán identificaba a las mujeres con un mal de ojo omnipresente en las comunidades ocupadas por las bases de los talibán. Las mujeres tenían que cubrirse y estar recluidas y, cuando fuera necesario, podían ser golpeadas para impedir que arrojaran más pecados sobre la sociedad. El castigo talibán de veintinueve latigazos para las mujeres que mostraran su rostro en público fue instituido por la Oficina para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, la policía religiosa establecida en Kabul para hacer cumplir tales restricciones.
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Varón de etnia hazara |
La situación de los hombres, sobre todo aquellos que no eran pashtunes, tampoco era mucho mejor. Se obligó a todos los varones a dejarse crecer la barba, aun cuando hay grupos étnicos como los hazaras que, entre sus rasgos físicos, no se halla el de un gran desarrollo del vello facial. Así mismo, otras medidas que impusieron fue la prohibición de múltiples entretenimientos: películas, televisión, vídeos… incluso la música y el baile eran considerados como un obstáculo para el estudio del Islam.
Por último, aunque las mejoras en la vida de las mujeres haya sido uno de los más publicitados logros del gobierno postalibán, la realidad está muy lejos de confirmar tal reforma. A pesar de que legalmente las mujeres pueden ir a la escuela y trabajar, la visión tradicional sigue dominado e imponiendo el modelo social y, aunque lo deseen, muchas de ellas y sus familias temen salir a la esfera pública sin el burkha, incluso en Kabul.
Fuentes:
Rashid, Ahmed. Los Talibán: El Islam, el petróleo y el nuevo "Gran Juego" de Asia central. Ed. Península, 2002.
Griffin, M. El movimiento talibán en Afganistán. Cosecha de tempestades. Ed. Catarata, Madrid, 2001.
Muy muy interesante.
ResponderEliminarEnhorabuena por este nuevo blog.
No tenía ni idea de que los castigos de los talibanes no eran interpretaciones del Corán. Gracias por el post Vincenzo, ahora me siento un poco más instruido.
ResponderEliminarMe alegro Mariuki, eso lo saqué del libro de Ahmed Rashid. Para leer puede ser un pedrolo, pero si un día quieres consultar alguna cosita o enterarte bien sobre el tema es imprescindible.
ResponderEliminarGracias por este articulo, soy mexicana, y por ahora estoy leyendo la literatura de un escritor afgano e investigando lo relacionado con ellos, y crei que la religion obligaba a esa represion en contra de las mujeres, este articulo es muy claro al respecto
ResponderEliminargracias
Me gusta estudiar la historia afgana, yo también soy mexicana y recomiendo el libro Cometas en el cielo
ResponderEliminarmuy bueno
Hola Mara, gracias por la recomendación, ya oí hablar de ella, pero no la leí. Como novela deber ser interesante.
ResponderEliminarUn saludo!