"La incomprensión del presente nace, fatalmente, de la ignorancia del pasado". Marc Bloch

"La historia es el progreso de la conciencia de la libertad". Hegel

domingo, 27 de marzo de 2011

Vitruvio, el arquitecto de Roma


Más que aspectos estrictamente biográficos, que son escasos y de difícil verificación, la presente entrada irá dirigida a las aportaciones de Vitruvio en materia de arquitectura, que sí son importantes y cuantiosas, mediatizando todo lo escrito y edificado posteriormente, en la Edad Media, el Renacimiento, etc., incluso en la actualidad, pues su obra es considerada como una de las más influyentes de la historia de la arquitectura. No obstante, no está de más ubicar a Vitruvio en el tiempo, entre la época de Julio César (49 a.c.- 44 a.c.) y Octavio Augusto (27 a.c.- 14 d.c.), y en el espacio, Roma. Por desgracia, de las construcciones romanas que aún se mantienen en pie no se tienen documentos que permitan que alguna podamos adjudicarlas a su autoría. Tan sólo podemos atribuirle, aunque no ha sido demostrado, la basílica de Ordona al norte de Italia, ya que en su obra De Architectura, de la que hablaremos ahora, realiza una descripción pormenorizada de una basílica que coincide con la de Ordona a la que el llama basílica de Fanum que, curiosamente, es otra colonia romana en la que no se ha encontrado una basílica como la descrita por Vitruvio.

Restos de la basílica de Ordona
En cuanto a la citada De Architectura, escrita expresamente para el emperador Augusto, su importancia no sólo radica, como hemos dicho, en su posterior influencia, pues hay que añadir un hecho que la hace una obra excepcional, y es que es el único tratado sobre arquitectura de la Antigüedad que se conoce y conserva hasta la fecha. Se encuentra dividido en diez partes, cada una tratando un tema específico. En el libro I teoriza sobre la arquitectura en sí y algunos aspectos en los que el arquitecto ha de hacer hincapié. Es aquí cuando Vitruvio dice que la base de la arquitectura se sustenta en la utilitas, firmitas, venustas, es decir, utilidad, firmeza y belleza. En los libros siguientes también habla, por ejemplo, de los materiales más idóneos para la construcción, como es el caso del libro II o, concretamente en el III, sobre la disposición de los templos consagrados a los dioses inmortales. Sin embargo, este tratado deja entrever no sólo una serie de disposiciones prácticas, sino también reflexiones en torno a la simetría y la proporción del cuerpo humano e, incluso, la música aplicada a la arquitectura, plasmadas en consideraciones similares a la siguiente:

"Ningún templo puede presentar una razón en las composiciones de la simetría y la proporción, al modo como hay una exacta razón en los miembros de un hombre bien formado".

Para Vitruvio, cada miembro del cuerpo son partes proporcionadas al todo y podrán medirse mediante una unidad mínima llamada palmus, que equivale a un dedo, y cuatro palmus serían un pie. La palma de la mano tendría 3/5 partes del pie y la cabeza tres palmus. Este cuerpo ideal debería medir veinticuatro palmus. No obstante, la proporción vitruviana no estuvo exenta de opiniones contrarias. En el siglo XVIII, José Ortiz y Sanz alegaba la imposibilidad de que el cuerpo humano midiera ocho cabezas y, a su vez, desde lo alto del pecho hasta la coronilla fuera 1/6 parte de la altura del hombre. De hecho, Leonardo da Vinci anteriormente se tomó algunas licencias en su famoso hombre de Vitruvio, al considerar un pie como 1/7 de la altura del hombre, y no 1/6 como indicaba Vitruvio. Por último, en el libro X también dejaba constancia de su conocimiento en materia de maquinaria civil y armamento bélico. Suyas son algunas aportaciones  muy influyentes a lo largo del tiempo, como el molino hidráulico vertical de paletas, usado durante siglos en Europa occidental y América.

Fuentes:

Glez. Moreno-Navarro, José Luis. El legado oculto de Vitruvio. Ed. Alianza Editorial, 1993.
Wheeler, Mortimer. El arte y la arquitectura en Roma. Ed. Destino, 1995.

sábado, 19 de marzo de 2011

El templo de Diana de Emérita Augusta


En el corazón de la colonia romana de Emérita Augusta se alza sobre su podium, imponente, el templo de Diana. Esta errónea denominación, popularmente acuñada tras siglos de tradición, tiene su origen en las conclusiones tomadas por el historiador de la ciudad, don Bernabé Moreno de Vargas, recogidas en su obra Historia de la ciudad de Mérida, que salió a la luz en 1633. Tras llevar a cabo sus propias pesquisas, don Bernabé, hombre erudito con inquietudes en materias históricas, arqueológicas y de un profundo conocimiento bibliográfico, habló del templo en la citada obra de la siguiente manera:

"...adonde ahora están las casas de D. Alonso Mexía de Prado, caballero de la orden de Santiago y señor de la villa de Villa-Mejía, fundaron los romanos un insigne templo a la diosa Diana. Porque a imitación de aquel famoso de Epheso, contado por una de las siete maravillas del mundo, le edificaron otros muchos en Roma y en las colonias del imperio y este de Mérida, dice el obispo Mondoñedo, que fue muy suntuoso, y lo manifiestan las columnas que hoy tiene de altor de 30 varas cada una, por cuya causa es llamado aquel sitio la Casa de los milagros, como lo fue el otro de Epheso."

Grabado del templo de A. Laborde (1791)
 Hoy, la información arqueológica que conocemos, como que su emplazamiento estuviera en el centro del foro municipal, los hallazgos en los alrededores de una inscripción que hacía referencia a Publius Atennius Afer, flamen augusti, una esfigie del genius Senatus y una estatua cultual de un emperador, posiblemente Claudio, nos permiten asegurar que no se trata de un templo dedicado a Diana, como el templo de Éfeso que cita Moreno de Vargas, sino más bien un templo para rendir culto al emperador.
Como se entiende en el texto arriba citado, el templo fue ocupado en el siglo XVI por una familia nobiliaria que aprovechó sus columnas para edificar su hogar, conocido como el Palacio de los Corbos. Como bien señala Álvarez Martínez en su artículo "El templo de Diana", fue gracias a la contrucción de dicho palacio lo que permitió que llegara hasta nuestros días la estructura del edificio en condiciones tan notables.


 En lo que a su arquitectura se refiere, estamos ante un templo de planta rectangular, períptero, con seis columnas en la fachada (hexástilo) y once en sus lados de mayor longitud, con capiteles de estilo corintio, que reposan sobre un podium de 3,23 metros de altura. Los sillares empleados en su edificación son de granito, material extraído en las canteras cercanas al embalse de Proserpina, y se cubrían con una fina capa de estuco. El frontón estaba formado por un arco de descarga en el tímpano, a su vez compuesto por dovelas de granito, que recuerda en buena medida al de Augustóbriga (Talavera la vieja, Cáceres). El templo se hallaba inserto en un espacio rodeado por un pórtico, del que todavía se percibe parte de su muro, formando un escenario de carácter sacro, ajardinado y con dos estanques en sus laterales. Los estudios realizados en sus cualidades arquitectónicas han permitido fechar el templo en época de Tiberio (14 d.c.- 37). 
En los últimos años, el templo estaba aislado tras un vallado que impedía su inserción en el entramado urbano, pero recientes reformas han recuperado el espacio público donde se encontraba, tomando de nuevo el papel preeminente que con justicia le correspondía y así, ser disfrutado por turistas y emeritenses.

Fuentes:

Álvarez Martínez, José María y otros. Conjunto Arqueológico de Mérida. C.M.E., S.A. - Diario HOY, 1994.
Moreno de Vargas, Bernabé. Historia de la ciudad de Mérida. Diputación de Badajoz, 1992.

martes, 8 de marzo de 2011

Las sagas de los tiempos antiguos

Odd Flechas y Hjálmarr
Dentro de la literatura de la Islandia medieval, las Eddas y las sagas son las obras que más aceptación han tenido tanto para especialistas como para el público. Las sagas eran narraciones escritas entre los siglos XII y XIV y normalmente anónimas, que describen hechos extraordinarios de un individuo o una familia. Podemos encontrarnos diferentes tipos de sagas en función de los personajes, la época en la que son ambientadas y los acontecimientos que reflejan. Así, nos encontramos las sagas de reyes, las sagas de islandeses, las sagas de obispos, las sagas de caballería y las sagas de los tiempos antiguos.

Las más antiguas conocidas son las sagas de los reyes (konungasögur), recopiladas en la Heimskringla de Snorri Sturluson (siglos XII y XIII), donde recoge el pasado glorioso y legendario de los reyes noruegos.
En cuanto a las sagas de los tiempos antiguos (fornaldarsögur), se caracterizan por narrar hechos acaecidos en los primeros momentos de la historia de los pueblos escandinavos. Este periodo es díficil de fechar, pero podemos intuir que se encuentran enmarcadas entre las primeras migraciones de los pueblos germánicos (siglos V y VI) y el inicio de la colonización de Islandia (siglo IX). Estas sagas ya eran conocidas por transmisión oral en el siglo XII, sin embargo, datar el  momento en el que fueron transcritas resulta más complejo.

En su obra Literaturas germánicas medievales (1966), Jorge Luis Borges se refiere a estas sagas de la siguiente manera:

"...su valor histórico es nulo; buscan la fantasía y la acumulación romántica de aventuras. Un rey de Noruega confesó que tales sagas embusteras le parecían las más divertidas."

Odín
Ciertamente, estas sagas arcaicas tienen un carácter más hagiográfico que histórico, y reflejan los aspectos heroicos de los antiguos pueblos germánicos y su componente épico y trágico.
Por otra parte, todas comparten una serie de características comunes. Los protagonistas no son originarios de Islandia, ya que sus peripecias están enmarcadas temporalmente en un periodo anterior a la colonización de la isla. Suelen ser noruegos, aristócratas o próximos a familias nobiliarias. También podemos ver como los personajes mantienen relaciones de parentesco y muchos protagonizan su propia saga. Es el caso de Odd Flechas, Ketil Trucha, Án el Arquero o Grím Mejillas Peludas, todos pertenecientes a un mismo linaje y cada uno protagonista de una saga, llamadas conjuntamente las sagas de los hombres de Hrafnista.
Otra pauta frecuente en las sagas es la aparición de seres fantásticos que se enfrentan a nuestros héroes, como trolls, gigantes, dragones, etc. Para vencerlos, recurrirán a armas con poderes mágicos. Así, en la saga de Odd Flechas, nuestro héroe, Odd, usará unas flechas mágicas para vencer a sus enemigos, y sus vestimentas le protegerán contra todas aquellas armas fabricadas en hierro. A menudo, los héroes también recibirán ayuda de los dioses para llevar a cabo su misión. Sin embargo, un claro ejemplo  de lo opuesto sería la saga de Hrolf Kraki. Éste despreciará la valiosa ayuda de Odín, por lo que irá desprendiéndose de sus virtudes caballerescas, cayendo en una espiral de destrucción hasta su fatal desenlace.

Por último, la razón por la que fueron escritas las sagas arcaicas radica en la glorificación y el fortalecimiento del prestigio nobiliario. Al mitificar las hazañas de los reyes antiguos, los aristócratas islandeses de los siglos XII y XIII se hacían distinguir, introducían el modelo caballeresco en Islandia y justificaban así su poder, pues se autoproclamaban los herederos de estos legendarios personajes, originándose una literatura conocida como Materia del Norte, con el mismo propósito y a la manera de la de Bretaña, centrada en el mito artúrico  y a la de Francia, en torno a la figura de Carlomagno y el caballero Roldán.

Fuentes:

Borges, Jorge Luis y Vázquez, María Esther. Literaturas germánicas medievales. Alianza Editorial, 2000.
García Dual, Carlos (dir.). Sagas islandesas. Saga de Odd Flechas. Saga de Hrolf Kraki. Ed. Gredos, 2003.

martes, 1 de marzo de 2011

¿Cuál es el origen del Carnaval?

El Carnaval contra la Cuaresma, Brueghel el joven (XVII)

La celebración del carnaval hunde sus raíces en la tradición cristiana medieval. Sin embargo, el germen de estas festividades se encuentra en ritos paganos que tienen que ver con el hecho de disfrazarse y travestirse y, como otras tradiciones, la Iglesia irá moldeando ante la incapacidad de prohibirlo, debido al grado de aceptación en todos los estratos de la sociedad. Es, por tanto, que el verdadero origen es incierto, aunque muchos historiadores lo han relacionado con las Lupercales romanas.
Etimológicamente, carnaval proviene del latín carnelevare, cuyo traducción sería "quitar la carne". El término alude al Miércoles de Ceniza, día en el que se inicia la Cuaresma, según los calendarios litúrgicos católico, anglicano y protestante, que son cuarenta días de reflexión y penitencia para el creyente hasta el fin de la Semana Santa.
Los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza serán los dedicados al Carnaval, en los que la libertad, la burla, la risa y el misterio conforman una fiesta de desenfreno y excesos que precederán a la austeridad cuaresmal.
En España, hay lugares en los que el carnaval comienza con anterioridad, siete días antes del Miércoles de Ceniza, el Jovelardero o Jueves Lardero (del latín lardum, tocino), en el que se celebra un festín carnal, repleto de chorizos, longanizas, butifarras... El momento en que finalizan las fiestas será con el conocido Entierro de la sardina, cuyo origen se remonta a los siglos XVIII y XIX.

Grabado del siglo XIX
Durante el reinado de Felipe IV (1621-1665), prohibió a los cortesanos del Palacio del Buen Retiro participar en el carnaval sin máscaras. Sin embargo, la celebración quedó supeditada a las injerencias de la Iglesia, llegando a prohibirse algunos años. Con Carlos III (1759-1788), el carnaval de máscaras estuvo permitido, pero siempre bajo el rigor y refinamiento de las normas y el buen gusto, resultando la antítesis del carnaval popular, más informal, variado y libre de la mojigatería burguesa.
En el siglo XIX, los carnavales siguen en vigor. Murgas, comparsas masculinas y femeninas y estudiantinas se concentran en las plazas de las ciudades para trazar un recorrido por las calles más importantes. Los días preferentes para el pueblo serán el martes de carnaval y el Miércoles de Ceniza, con el Entierro de la Sardina.
Esta tradición se verá truncada con la Guerra Civil (1936-1939), momento en el cual se suspenden los carnavales con una orden del BOE del 5 de febrero de 1937 que dice así:

"En atención a las circunstancias excepcionales porque atraviesa el país, momentos que aconsejan retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas, que se compaginan mal con la vida de sacrificios que debemos llevar, atentos solamente a que nada falte a nuestros hermanos que velando por el honor y salvación de España luchan en el frente con tanto heroísmo como abnegación y entusiasmo, este Gobierno General ha resuelto suspender en absoluto las fiestas de Carnaval".

Con la dictadura franquista (1939-1975), los Carnavales estarán en algunos puntos de la península prohibidos o censurados. Tal es así que, en Cádiz, por ejemplo, se llegó a denominar el carnaval como "Fiestas típicas gaditanas", exento de disfraces y máscaras pero sí con pasacalles, cabalgatas y reina de las fiestas. Paulatinamente, la censura se fue suavizando, permitiendo en los 50 y 60 el disfraz pero no la máscara. Con la llegada del periodo democrático, el Carnaval, lejos de languidecer,  recupera el esplendor de antaño, con algunos considerados de Interés Turístico Internacional como el de Cádiz o Sta. Cruz de Tenerife, y otros de Interés Turístico Regional, como el de Badajoz o el Carnaval herenciano.

No obstante, el carnaval traspasa las fronteras del catolicismo, alcalzando también al mundo anglosajón, en su mayoría protestante. Así, nos encontramos en Estados Unidos el famoso Mardi Gras, celebrado en la ciudad de Nueva Orleans, Louisiana. Se tiene constancia del Mardi Gras desde 1699, aunque se celebra  de manera continuada desde 1743, con la excepción de los años de la Guerra de Secesión y la Segunda Guerra Mundial. Inicialmente, sus carrozas y desfiles recorrían el Barrio francés y, sobre todo, la calle Bourbon, pero el turismo y desfiles cada vez más numerosos obligaron a trasladarlo a zonas más espaciosas como Jefferson Parish. Las cofradías del Mardi Gras organizan los famosos desfiles, tienen su propia jerarquía y construyen sus propias carrozas, disfraces y van lanzando durante el desfiles todo tipo de baratijas: collares, tazas, medallones, etc.

Por otra parte, cómo no mencionar el carnaval más famoso del mundo, el de Río de Janeiro. En el las escuelas de samba, que representan a los distintos barrios de la ciudad, desfilan anualmente por el sambódromo, y en cada carnaval se elige cual ha sido la mejor de todas.  Cada escuela de samba tiene su propia composición, divididas en alas, y con unos atuendos característicos. Además, cuentan con compositores, coreógrafos y animadores que hacen bailar y cantar al público y, en función de ello, recibirán mayor o menor puntuación.
Además, también encontramos los denominados blocos, desfiles callejeros que participan al inicio y al final del carnaval, dividiéndose en varios tipos: enredo, sujo, embalo y clubes de frevo.

Y de este modo finalizan unas fiestas que, cada vez más alejadas de lo religioso y libradas del lastre de las prohibiciones, van alejándose cada vez más de su original significado, fruto de épocas pasadas, pero manteniendo la esencia y espíritu del carnaval, es decir,dejar de lado la realidad por unos días de ensueño y en los que el disfraz nos libera incluso de nosotros mismos.

Fuentes:

Tenías, Javier. "El carnaval y la máscara en la historia de España". Historia de Iberia Vieja, num. 68, 2011, pp 69-75.

Páginas Webs:

http://www.virtualmuseum.ca/Exhibitions/Festiva1/sp/lsm/
 
http://www.losmejoresdestinos.com/destinos/rio_de_janeiro/rio_carnaval.htm

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