"La incomprensión del presente nace, fatalmente, de la ignorancia del pasado". Marc Bloch

"La historia es el progreso de la conciencia de la libertad". Hegel

jueves, 6 de octubre de 2011

La fortificación de Los Millares, Almería


Los orígenes del asentamiento de Los Millares (a 17 km. de Almería) se remontan al periodo conocido como Calcolítico (3000-2300 a.c.). El elemento más antiguo conocido del yacimiento es la tumba XIX, que data de finales del IV milenio y principios del III a.c. En cuanto a su estructura más tardía, tenemos el fortín 1, de finales del III milenio a.c., momento en el que posiblemente los habitantes de Los Millares sufrieron numerosos ataques que obligaron a su abandono.

Puerta principal en forma de barbacana de Los Millares
Situado geoestratégicamente sobre una elevación con forma de espolón entre el río Andarax y el barranco de Huéchar, en el momento de su ocupación definitiva contó con tres líneas de murallas para su defensa, y durante su periódo de máximo esplendor, esta plaza casi inexpugnable era protegida por torres y bastiones, además de un gran anillo exterior que  protegía la zona más débil entre los dos ríos, en la que sobresalía imponente la puerta de entrada o barbacana. Un elemento muy llamativo es la contrucción de, al menos, trece fortines ubicados en diversas colinas al este y sur de la fortaleza, todos ellos con buena visibilidad entre ellos mismos, así como con el propio poblado y la necrópolis, dando motivos para pensar que su función fuera la de ser puestos adelantados para vigilar y avisar de la posible llegada del enemigo. En cuanto a la necrópolis, se extendería por la pendiente frente a la muralla, albergando más de cien tumbas, la mayoría tholoi.

La función defensiva del asentamiento de Los Millares resulta incuestionable, cuyo objetivo era asegurar el control de los recursos y agrícolas y mineros de la zona, siendo un elemento de tal imponencia que resultaría muy disuasorio frente a las comunidades que habitaban en los alrededores, identificadas con otro tipo de enterramientos, los sepulcros megalíticos. En el sudeste de la Península Ibérica conocemos otros poblados fortificados del mismo horizonte cultural, como El Almizaraque o El Barranquete en Almería, El Malagón o el Cerro de la Virgen en Granada o Cabezo del Plomo en Murcia. Estos poblados solían tener unas dimensiones bastante reducidas. De este modo, Los Millares tenía un tamaño de cinco hectáreas y albergaba una población aproximada de mil habitantes.

La organización de los poblado fortificados en el interior es algo de lo que se carece del conocimiento suficiente, ya que han sido mínimas las excavaciones en extensión. Si bien es cierto, se sabe que las casas eran de planta circular sin divisiones internas. No obstante, si que se han encontrado estructuras de planta rectangular, pero no se sabe a ciencia cierta cual sería su funcionalidad. Estos poblados fortificados han sido considerados como un elemento caracterísitico del Calcolítico, pero las últimas investigaciones han dado a conocer multitud de poblados al aire libre con estructuras edilicias más perecederas y con una larga vida en dicho periodo.

Bibliografía:

VV.AA., Prehistoria de la Península Ibérica, Ed. Ariel, 2007.
Almagro M., Arribas A., El poblado y la necrópolis megalítica de Los Millares, Biblioteca Prehistórica Hispanica III, 1963

lunes, 3 de octubre de 2011

El Cuarto Mundo. Una realidad encubierta


El término Cuarto Mundo, fue utilizado por primera vez en los años setenta, acuñado por el sacerdote francés Joseph Wresinski, creador de la ONG Movimiento Cuarto Mundo. En palabras de Beatriz Rodríguez-Viña, miembro del Movimiento Cuarto Mundo de España, por Cuarto Mundo entenderíamos “un pueblo formado por hombres, mujeres y niños que, generación tras generación, se ven excluidos de los derechos fundamentales de los que goza el resto de la sociedad. Se ven excluidos de los progresos sociales y de la participación en la vida asociativa, política, religiosa, cultural, sindical... de sus sociedades. No se cuenta con ellos como interlocutores sino, como mucho, como meros beneficiarios de ayudas".
A priori no resultaría un término fácil de distinguir al de Tercer Mundo, la diferencia radicaría en que surge dentro de lo que se conoce como Primer Mundo. Es en los países más avanzados donde la diferencia en el reparto de la riqueza da lugar a dos grandes grupos que ocupan un mismo espacio físico, pero no social. No son casos aislados. Según datos de Médicos del Mundo, sólo en Europa residen más de 40 millones de personas pobres. En cuanto a los Estados Unidos, el país más desarrollado económicamente, en el año 2003 un 12,7 por ciento de la población, según la Oficina Nacional del Censo de los Estados Unidos, vivía bajo el umbral de la pobreza. Por desgracia, la miseria ha sido una norma en el seno de nuestra sociedad, representada no sólo como el infortunio de unos, sino en la pasividad de los otros, de los que no quieren ver. Pero es ahora, con la crisis que padecemos desde 2008, cuando esta diferencia se hace más patente.

Una vez comprendido que pobres no sólo hay en África y América del Sur, cabría preguntarse quiénes son: Personas sin hogar, mayores sin recursos, drogodependientes o inmigrantes son los grupos que se enfrentan con mayor frecuencia a situaciones de precariedad. El X Informe de Exclusión Social, publicado por Médicos del Mundo en 2005 para analizar la evolución de los últimos diez años, reconoce que la exclusión social y la pobreza tienen características comunes. La primera limita el derecho a participar en la sociedad. La segunda impide acceder a los recursos necesarios para realizar las actividades básicas de la vida. Algunas de las causas que llevan a esta situación son la vulnerabilidad ante las drogas o la dificultad de acceso a una vivienda, a la educación o a un empleo remunerado.

En cuanto a los inmigrantes, estos suelen encontrarse con grandes problemas para regularizar su situación, lo que les dificulta el acceso a los recursos sociales, sanitarios, laborales y de vivienda. En el caso de las personas drogodependientes, el consumo de drogas provoca el rechazo de la población y les expone a la marginalidad, el deterioro físico y mental. Por su parte, quienes carecen de hogar son el conjunto de población más castigado, no sólo por la falta de vivienda, sino también por el desempleo, la desestructuración familiar, el estigma público, el desarraigo social, la enfermedad, el deterioro de su propia identidad y la falta de acceso a los servicios.
Para combatir esta situación, lo más práctico y efectivo sería ir más allá de aquellos actos que sólo sirven para limpiar conciencias, aunque si bien es cierto, no están de más, pero que no atacan a la raíz del problema, como dar limosna, organizar actos benéficos que normalmente se hacen con motivo de alguna catástrofe puntual… por lo que sería necesario enfocar el problema en tres puntos imprescindibles. El primero de ellos sería la atención sanitaria. Con frecuencia, las personas que se mueven en ambientes marginales no tienen acceso al sistema público de sanidad, por lo que es prioritario atender estas necesidades. A veces, se trata de personas mayores con los achaques típicos de la edad o trastornos psicológicos motivados por la dureza de la vida en la calle. Otras son personas drogodependientes con VIH y enfermedades de transmisión sexual. La medida más habitual es el uso de unidades móviles, ya que permiten acercarse a estos grupos sin provocar el rechazo que les causa acudir a un hospital por su cuenta. El segundo foco a tener en cuenta sería la atención social. Los trámites burocráticos son una de las principales preocupaciones de quienes quieren superar la marginalidad. En el caso de los inmigrantes, desean regularizar su situación, pero la mayoría desconoce cómo hacerlo. Hay que orientarles en este aspecto y explicar, en general, cómo obtener la tarjeta sanitaria, dónde acudir para recibir ayudas sociales o qué programas de desintoxicación de drogas existen. El último aspecto no sería otro que fomentar la integración. Para conseguir este objetivo se debería garantizar el acceso de todas las personas a los derechos fundamentales. Hay que desarrollar programas que les permitan la integración social, regularizar su situación administrativa o superar los problemas con las drogas y el alcohol, pero también son necesarios programas de sensibilización para que toda la sociedad se implique en este objetivo. 

Evidentemente, estas medidas no son solución de un problema cada día más complejo y creciente, pero si pueden ser buenos indicadores del camino que hay que seguir si, con toda probabilidad, se recogen los frutos que de ellas se esperan, que es la mejora en las condiciones de vida de ese Cuarto Mundo que habita en nuestra sociedad.

Fuentes:
Kanvur, Rabi. Informe sobre el desarrollo mundial 2000/01. Lucha contra la pobreza. Ediciones Mundi-Prensa.
Pogge, Thomas. La pobreza en el mundo y los derechos humanos. Ed. Paidós Ibérica, 2005.

Páginas Webs:

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