"La incomprensión del presente nace, fatalmente, de la ignorancia del pasado". Marc Bloch

"La historia es el progreso de la conciencia de la libertad". Hegel

miércoles, 13 de abril de 2011

Revolución de 1830, Revolución de 2011


Hoy no voy a escribir una entrada al uso, tan sólo transcribiré un extracto de Los Miserables, de ese maestro de las letras llamado Victor Hugo, en el que reflexiona sobre la Revolución de Julio de 1830, con el que me he sorprendido por lo mucho que tiene de actual, y me he preguntado hasta qué punto podrían suceder las cosas  en las revoluciones que se están dando en la mayoría de los países del Magreb, si en Egipto, Túnez o Libia ocurrirá tal y como escribe monsieur Hugo que sucedió en Francia en 1830 . Ojalá y no se queden a medio camino, que no engañen a los de siempre. Me tomaré una licencia y no usaré la letra cursiva, ya que el texto es largo y podría resultar pesado a ojos del lector. Dice así:

"La Revolución de Julio tuvo inmediatamente amigos y enemigos en el mundo entero. Unos se precipitaron hacia ella con entusiasmo y alegría; otros le volvieron la espalda: cada uno según su naturaleza. Los príncipes de Europa, en un primer momento, como los búhos de esta aurora, cerraron los ojos, heridos y estupefactos, y no los abrieron sino para amenazar; temor que se comprende, cólera que se disculpa. Esta extraña revolución apenas había sido un choque; no había hecho al realismo vencido ni aun el honor de tratarlo como enemigo y verter su sangre. A los ojos de los gobiernos despóticos , siempre interesados en que se calumnie la libertad a sí misma, la Revolución de Julio había cometido la falta de presentarse formidable y ser tranquila. [...]. 
La Revolución de Julio es el triunfo del derecho derrocando el hecho; una cosa llena de esplendor.
El derecho derrocando el hecho; de aquí proviene el esplendor de la revolución de 1830, y de aquí también su mansedumbre; el derecho que triunfa no tiene necesidad de ser violento.
El derecho es lo justo y lo verdadero.
El carácter del derecho es permanecer eternamente bello y puro; el hecho, aun el más necesario en apariencia, aun el mejor aceptado por los contemporáneos, si no existe sino como hecho, si no contiene en sí más que un poco o nada de derecho, está destinado infaliblemente a ser, con el tiempo, deforme, inmundo y quizá monstruoso. [...]. Esta lucha del derecho y del hecho existe desde el principio de las sociedades; el trabajo de los sabios tiene por objeto terminar el duelo, amalgamar la idea pura con la realidad humana, hacer penetrar pacíficamente el derecho en el hecho.
Pero uno es el trabajo de los sabios, y otro el de los hábiles.
La revolución de 1830 se había detenido muy pronto. 
Tan luego como se calma al llegar a puerto la tempestad revolucionaria, los hábiles se apoderan del buque náufrago.
Los hábiles, en nuestro siglo, se han conferido a sí mismos la calificación de hombres de Estado. [...]. No se olvide, que allí donde no hay más que habilidad, hay, necesariamente, pequeñez. Decir, pues, los hábiles, equivale a decir: las medianías.
Del  mismo modo que decir: los hombres de Estado, equivale algunas veces a decir: los traidores.
A creer a los hábiles, las revoluciones, como la de julio, son arterias cortadas, y es preciso hacer pronto la ligadura. El derecho proclamado en toda su grandeza, estremece; y una vez afirmado el derecho, es necesarios afirmar el Estado; asegurada la libertad, es preciso pensar en el poder.
En esto, los sabios no se separan aún de los hábiles, pero principian a desconfiar. El poder, sea; pero ante todo, ¿qué es el poder? Y después, ¿de donde viene?.
Los hábiles aparentan no comprender la objeción, y continúan su maniobra.
Según estos políticos, muy ingeniosos para cubrir las ficciones de que pueden aprovecharse con una máscara de necesidad, lo que primero hace falta a un pueblo, después de una revolución, cuando este pueblo forma parte de un continente monárquico, es proporcionarse una dinastía. De este modo, dicen, puede tener la paz después de la Revolución; es decir, el tiempo necesario para sondear las llagas y reparar su casa. La dinastía oculta los andamios y cubre los hospitales de sangre. [...]
Tal es la teoría de los hábiles.
Éste es, pues, el arte sublime: hacer que un acontecimiento suene algo a catástrofe para que los que se aprovechen de él tiemblen también, sazonar con un poco de miedo un paso de hecho, aumentar la curva de la transición hasta retardar el progreso, endulzar la obra, denunciar y disminuir los preparativos del entusiasmo, cortar los ángulos y las uñas, acolchar el triunfo, arropar el derecho, rodear al gigante pueblo de franela y meterlo en cama enseguida, imponer dieta a este exceso de salud, tratar a Hércules como convaleciente, desleír el acontecimiento en el expediente, ofrecer a los ánimos sedientos del ideal este néctar con tisana, tomar sus precauciones contra el éxito demasiado grande, guarnecer con una pantalla.
En 1830 se practicó esta teoría, aplicada ya en Inglaterra en 1688.
La de 1830 fue una revolución detenida a media playa; progreso a medias; semiderecho. Pero la lógica ignora el casi, absolutamente lo mismo que el sol ignora que haya velas.
¿Y quién detiene la revolución a media playa? Esa parte de la clase media compuesta de los que de nada se han hecho algo, y miran sólo a su conservación.
¿y por qué?
Porque esta clase media es el interés satisfecho; ayer era el apetito, hoy es la plenitud, mañana será la saciedad..."


Fuentes:
Hugo, Victor. Los Miserables. Ed. Planeta, 2008.

martes, 5 de abril de 2011

La emancipación de la mujer y su papel en la Primera Guerra Mundial


La Primera Guerra Mundial (1914-1918), tuvo unas características que hicieron de ella una guerra diferente, dándose unos hechos hasta entonces nunca vistos. Uno de ellos fue la reestructuración y orientación total de la industria civil hacia lo militar, ya que las reservas del ejército fueron insuficientes para sostener un conflicto que parecía no tener fecha de caducidad. En tan sólo dos meses de combates, el ejército francés agotó su munición para la artillería pesada, y los medios de transporte y armamento necesario para el resto de ejércitos comenzaban a escasear. Además, el hecho de movilizar enormes ejércitos (65 millones de soldados entre todos los contendientes) provocaba que la retaguardia quedara huérfana de mano de obra, por lo que hubo que recurrir a la mujer para mantener la producción. 430.000 mujeres francesas y 800.000 británicas pasaron de ser doncellas y amas de casa a obreras asalariadas. Este hecho supuso toda una revolución para su situación, ya que no sólo afectó al sector industrial, trabajos tradicionalmente masculinos fueron ocupados por la mujer, y pronto fue habitual ver a camareras, secretarias y conductoras de tranvía. El peso que iba adquiriendo la mujer en el mundo laboral trajo mejoras en su situación. En 1915, el gobierno francés aprobó una ley en la que se establecía un salario mínimo para aquellas mujeres que compaginaban las tareas domésticas con su labor en la industria textil. Además, se dieron intentos de equiparación entre hombre y mujer. Siguiendo el ejemplo del sector textil francés, en 1917 se decretó que tanto el hombre como la mujer tendrían derecho al cobro de una paga por pieza elaborada.

Emmeline Pankhurst
A pesar de estos logros, el rol de la mujer no era, ni de lejos, equiparable al del hombre. En algunos países, la emancipación estaba algo más avanzada, y es en estos años cuando el feminismo, surgido a finales del siglo XIX, cobra fuerza. Entre las figuras más destacadas del movimiento está Emmeline Pankhurst. Esta aristócrata británica y fundadora de la Liga en favor del Derecho al Voto de la Mujer logró dicho objetivo en 1918 para las mujeres mayores de treinta años, no sin antes pasar por la cárcel y ser obligada a comer durante una huelga de hambre. Al inicio de la guerra, las feministas lideradas por Pankhurst y las estadounidenses ubican su postura respecto a la guerra del lado de la intervención, pues para ellas suponía un lastre en la lucha por lograr sus objetivos la idea insidiosa de que por el hecho de ser mujer fueran pacifistas, y por ello con esa postura demostraban carácter y determinación política.

En el centro, Garrett Fawcett
En una línea más moderada, Milicent Garrett Fawcett también lideró a las sufragistas británicas desde su organización Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino, que llegó a contar con más de cien mil afiliadas. Para Fawcett, el papel tomado por la mujer en esta guerra había demostrado que estaba de sobra preparada para el trabajo cualificado, y criticó con vehemencia a los retrógrados que pensaban que el salario de la mujer era sólo un complemento de la fuente principal de ingresos, el salario del marido.

El esfuerzo de estas mujeres permitió que la mujer se librara poco a poco de la esclavitud milenaria a la que estaba sometida, dejando de ser un ciudadano de segunda categoría y conseguir una serie de derechos inalienables que la equiparaban al hombre. Así, podríamos resumir sus reivindicaciones en estas palabras de Fawcett:

"...libertad de entrada a las industrias y oficios cualificados y las oportunidades para un mejor formación profesional, además de la organización de las mujeres en sindicatos, o en los de los hombres, o en los suyos propios, y el poder político, es decir el sufragio femenino para apoyar sus reivindicaciones industriales...".

Fuentes:

Marías, Julián. La mujer en el siglo XX. Alianza Editorial, 1997.
Astorri, Antonella y Salvadori, Patrizia. Atlas ilustrado de la Primera Guerra Mundial. Ed. Susaeta, 2002. 

viernes, 1 de abril de 2011

Alcatraz, una fuga imposible


La famosa isla de Alcatraz se encuentra en la bahía de San Francisco, California. Fue descubierta  en 1775 por el explorador sevillano Juan Manuel de Ayala que, bajo órdenes del virrey Bucareli, inspeccionó la zona norte de California para un posible asentamiento. La gran cantidad de alcatraces que anidaban en la isla, hizo que Ayala la bautizara como la "Isla de los Alcatraces". Dos siglos más tarde, en 1934, siendo la isla plenamente estadounidense, el Departamento Federal de Justicia inauguraba una cárcel de máxima seguridad donde albergar a los mafiosos y asesinos más peligrosos del país. Durante 29 años, hasta 1963, año en el que quedó clausurada como penitenciaría, fue alimentándose el mito de la prisión gracias a  los múltiples intentos de fuga, motines y a los famosos gángsters que por ella pasaron, como Al Capone o Machine Gun Kelly y otros reos ajenos a la mafia, como el famoso Pajarero de Alcatraz, Robert F. Stroud. Concretamente, se produjeron catorce intentos de fuga, ocho asesinatos y cinco suicidios, pero en la presente entrada nos centraremos en los presos que intentaron, con éxito dispar, la evasión de la cárcel más famosa del mundo, y que hoy en día gracias a ellos se ha convertido en uno de los lugares más visitados de San Francisco.

Ficha de ingreso de J. Bowers
En 1936, dos años después de la inauguración de la cárcel, se produjo la primera tentativa de fuga, de la mano del recluso Joe Bowers, quien ingresó en prisión el 4 de Septiembre de 1934. Enseguida dio muestras de su incapacidad para adaptarse a las estrictas normas de Alcatraz, a lo que habría que añadir un mal estado de salud mental. Un mes antes de su fuga, se le asignó la dura tarea de clasificar metales y quemar residuos en la incineradora de la prisión, muy próxima a la orilla, trabajo muy impopular entre los reos, ya que eran muchas las horas que pasaban en soledad sufriendo las inclemencias del tiempo y viendo como, a tan solo unas metros de distancia, no dejaban de pasar barcos turísticos que recordaban los tiempos de libertad. En un arrebato, Bowers intentó saltar la zanja metálica que le separaba del mar, por lo que el vigilante le disparó y su cuerpo cayó al suelo sin vida. Sin embargo, algunos testigos afirmaron que no intentaba huir, sino que pretendía alimentar a una gaviota posada en la verja.

Doc Baker
El 13 de Enero de 1939 cinco presos, Doc Baker, Dale Stamphill, William Martin, Henry Young y Rufus McCain intentaron la fuga a través de la unidad de aislamiento, donde rompieron los barrotes de la celda. Lograron salir por la ventana sin despertar sospechas e incluso alcanzaron la orilla oeste. Sin embargo, los guardias apostados en ese lado de la isla los avistaron. Fueron avisados de que había armas apuntándolos, por lo que Martin, Young y McCain desistieron de la huida, pero Stamphill y Baker se negaron a rendirse, por lo que fueron tiroteados. El primero murió en el acto y Baker días después en el hospital.

John Giles
Otro intento de evasión fue el perpetrado por John K. Giles en 1945. En la lavandería de Alcatraz, donde Giles trabajaba, los presos recibían y lavaban los uniformes del ejército, llevados hasta allí en barco. Pacientemente, Giles fue robando las distintas prendas de un uniforme de sargento hasta que lo compuso al completo y pudo infiltrarse en el barco militar que transportaba la ropa. Su desgracia fue que uno de los oficiales del barco lo descubrió, y en un intento desesperado, simuló estar tomando notas para comprobar el estado de unos cables, pero el oficial no cayó en la trampa y fue encarcelado de nuevo.

Frank Morris
La última fuga de Alcatraz fue la más famosa, gracias a que fue brillantemente llevada al cine por Don Siegel en la película Fuga de Alcatraz (1979), en la que Clint Eastwood daba vida al reo Frank Lee Morris. La fuga de Morris fue preparada conjuntamente con Allen West y los hermanos Clarence y John Anglin. Cada uno logró hacer un agujero en su celda a través del hueco del respiradero. Además, se las ingeniaron para fabricar una balsa, chalecos salvavidas y unas cabezas hechas con pelo de la barbería y cartón, que pondrían en sus camas para confundir a los guardias durante la noche. El 11 de Julio de 1962, ejecutaron el plan, huyendo por los agujeros, que daban al pasillo de mantenimiento, pero sin West que no pudo salir, quizás por miedo, de su celda. A través de allí accedieron al sistema de ventilación, y de ahí al tejado desde donde bajaron al suelo por unas cañerías. Una vez saltadas unas vallas lograron llegar a la orilla, donde inflaron la balsa y se adentraron en el mar. Lo que pasó después jamás se supo. ¿Murieron ahogados? ¿Fueron devorados por los tiburones? ¿Llegaron sanos y salvos a la costa?. Quién sabe, la fama de esta huida está precisamente en su misterioso final, y quizás el bueno de Frank esté riéndose de todos desde el sofá de su casa, tan feliz.

Fuentes:

Forssman, Alec. Prisioneros de Alcatraz. Vivir entre rejas en "La Roca". Historia y Vida, num. 475, Octubre 2007, pp 88-93.

Páginas Web:

http://www.alcatrazhistory.com

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